sábado, 31 de mayo de 2008

Jorge, banana, ...

el siguiente es un texto que escribe un gran amigo, Javier Aguilera, socio en algunos emprendimientos profesionales (por ahora casas en balnearios), y socio en la vida en bastantes más cosas. Era una respuesta a mi post anterior, pero creo que su reflexión es mucho más rica que eso, asi que la sacamos del comment y salió este post colaboración. Ojalá haya muchos más en el futuro.

"No leí el artículo sino solamente tu reseña, creo que para quienes conocen un poco de la vida y obra de Le Corbusier el comentario de Jorge no agrega mucho, tal vez sí le dé curiosidad a otra gente y se sientan motivados a leer u ojear el libro en cuestión; llegado ese caso estos nuevos lectores serán lanzados a esa autopista ideológica en sentido amplio que es el pensamiento de Jeanneret, maestro convencido que convencía y cuya pluma jamás fue fiel ni testimonial sino predicante, militante, reclutadora.

Acerca de su viaje, sin duda habrá sido maravilloso pero yo me quedo con su descripción escrita y dibujada, el viaje de Le Corbusier por Le Corbusier, sin abrigar yo la más mínima esperanza de que aún ubicándome sobre la misma piedra sobre la que Le C. se sentó a dibujar vaya yo a sentir las mismas sensaciones, las mismas inspiraciones, eran otros tiempos, hace poco leí memorias de R. Neutra en un libro llamado “Vida y forma” y me regocijé con sus experiencias de joven inmediatamente a la primera guerra mundial, en un mundo que, tengámoslo bien claro, ya fue.

Yendo a la opinión de Jorge sobre los edificios recientes de Montevideo, tal vez se refiera a lo que la gente suele llamar “edificio”, los edificios de vivienda u oficinas de 10 pisos o más. Si así fuera, quizás cabría preguntarse a qué podría oponerse su mediocridad, pues son muchos, tantos que de ellos, de casas e instituciones está hecha toda la ciudad y difícilmente podrían ser todos geniales como pueden calificarse muchas obras del maestro suizo, probablemente no deberíamos exigirles a estos edificios mucho más que una discreta dignidad, con esto bastaría y ciertamente, muchas veces falta pues la arquitectura no se construye como un garabato de Picasso sino transando de principio a fin entre un montón de gente, pues, o es un negocio o es el fruto de una decisión política, en un rincón tal vez aparezca un poco de sensibilidad, que deberá ser encontrada entre la conveniencia del inversor, las estrategias de marketing, el buen gusto imperante, las necesidades de autobombo , etc.

Si creo, cabría preguntarse que se construye en Montevideo cuando se dispone de una gran oportunidad, ¿Son mediocres la torre de Antel, el edificio del Sodre, el nuevo Liceo Francés, el puente de Giannatasio, lo son la torre “El Gaucho”, el edificio del MTOP, el del B.H.U., la agencia 19 de Junio del BROU? ¿Por qué razones o impresiones?

Una vez fui a una charla acerca de la arquitectura brasileña, allí el profesor Comerci desde la “tribuna” contextualizó las obras que observábamos, muchas de ellas impactantes por su audacia diciendo que eran fruto “de una generación de una clase social SIN LÍMITES”, agrego yo, en un país desmesurado donde el territorio se coloniza a veces titubeando ante la naturaleza, a veces con gestos a la altura de la desmesura que los rodea que construidos en Montevideo parecerían recién descendidos de la estratosfera. Sobre los arquitectos uruguayos, decía Comerci, “somos burgueses y como tales, mediocres”, o sea, no les hierve la sangre ni se aprestan a modificar el mundo, simplemente trabajan o lo intentan.

No está mal que alguien de vez en cuando les recuerde a nuestros arquitectos y también a muchos otros profesionales y actores sociales que existen otros niveles de aspiración, siempre y cuando se comprenda que si se lo hace desde Montevideo no será desde arriba ni desde afuera sino desde dentro de la misma cultura, desde la misma medianía para la cual, como se está demostrando, el mundo tiene lugar y en ocasiones puede llegar a consumirla con fruición, Drexler no es Charly García, ni Iggy Pop, ni Ney Matogrosso, lo sabe y actúa creando en consecuencia, desde su lugar, y hace bien en no sentir vergüenza ni envidia."

1 comentario:

pedro barrán casas dijo...

Estoy de acuerdo contigo en distinguir entre el tejido de la ciudad y las obras singulares. Vos le pedis al primero sólo una “discreta dignidad”, y podríamos suponer que cuando ni eso se logra es por la difícil síntesis de distintos intereses (inversores, políticos, asesores, la propia comunidad local, arquitectos, etc.).
Ahora no estoy tan de acuerdo en considerar la cultura montevideana de “mediana”. Creo que en esas obras singulares que mencionas, se puede ser más audaz o propositivo. Es cierto que Montevideo no tiene las dinámicas (sociales, económicas, ni de construcción) que otras ciudades de la región. Pero si nos vamos a rendir a que nuestra cultura tampoco sea dinámica, entonces me voy ya.
(off topic: Drexler vive en Barcelona. Me quedo con La hermana menor.)