domingo, 20 de abril de 2008

el valor de las opiniones (no técnicas)

Fuimos a presentar el anteproyecto de una Escuela a Patrimonio de Canelones. La Escuela en que nos tocó actuar se sitúa en uno de los pocos edificios históricos de Parque del Plata. De hecho, es donde te vendían los lotes, cuando el balneario recién se había creado (alrededor de 1946)
Nos citaron en la Intendencia, en su Salón de Actos. Nos reunimos con la Profesora de historia encargada de Patrimonio (esposa del Intendente) y una arquitecta. Les explicamos el anteproyecto, que creo es muy lógico. Para transformar la escuela existente a Tiempo Completo, debemos triplicar el área construida, así que nuestra ampliación no pasará desapercibida. Pretendemos conservar y restaurar la parte central de lo existente, y necesitamos demoler un garage (transformado actualmente en aula preescolar) para tener lugar donde construir un comedor. (También se construyen 5 aulas nuevas, pero para ellas sí hay lugar.)
El partido resultante conserva el patio actual, las nuevas construcciones se subordinan al edificio histórico, y la comunidad (bastante carenciada) gana una escuela de doble horario.
Sin embargo, la Profesora nos objeta que cambiemos la fachada demoliendo el garage. Si bien nos concede que el proyecto le parece muy razonable.
Quedamos en hacer otra reunión, esta vez con gente de la Junta Local, de la Inspección Departamental de Primaria, de la Escuela, de la comunidad...
En una discusión posterior entre nosotros (todos arquitectos), se planteó que pasaría si algún padre nos cuestionara el anteproyecto. La discusión (acalorada) terminó polarizándose entre “somos los técnicos y no podemos atender a todos” versus “todas las opiniones son válidas y hay que tenerlas en cuenta”.
Supongo que es evidente que hay que transitar un camino intermedio (como tantas veces?), y que por suerte si bien somos “asesores” de los clientes y les debemos respeto y explicaciones, tenemos muchos argumentos técnicos para defender nuestra propuesta.

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